miércoles, 29 de abril de 2009

La pandemia y la doctrina del shock

"The Shock Doctrine" de Naomi Klein

Básicamente de lo que trata el libro es de lo siguiente:
En la primera mitad del siglo veinte, y desgraciadamente hasta la actualidad, los psiquiatras aplicaban terapias de shock para tratar casos graves de enfermedad mental. Una potente descarga eléctrica se aplicaba sobre la sien de los mismos. El shock sufrido solía tranquilizar a los pacientes por semanas o meses puesto que estos experimentaban una regresión psicológica hacia una etapa cuasi infantil. Claro, el daño cerebral provocado era lo de menos.

Con fundamento en estos conocimientos psiquiátricos, entre 1963 y 1983 un manual de operaciones de la CIA indicaba cuáles eran los métodos que debía aplicar un gobierno autoritario-represivo tercer mundista --las dictaduras militares latinoamericanas, por ejemplo-- para extraer información de sospechosos y presos políticos. Cuando a una persona se le mantiene en estado de shock, ésta psicológicamente se protege regresando a un estado cuasi infantil. En este estado mental debilitado es posible extraer información con mucho más facilidad de un prisionero. Ahora bien, ¿cómo se logra el estado de shock? Desde el momento de la captura de un individuo se debe buscar maximizar el impacto psicológico sobre el preso. Allanando su morada durante la noche y frente al resto de su familia es un buen método. Se vendan los ojos de los capturados y se les aisla de tal forma que no vuelven a saber, por meses, que fue del resto de sus seres queridos. Una vez capturado, diferentes métodos como la deprivación del sueño, el aislamiento prolongado, la simulación de ahogamiento y la aplicación sistemática de dolor corporal, entre otras tácticas, logran que el individuo llegue al estado de regresión necesario para que todas sus defensas psicológicas caigan y este se pliegue a la voluntad de sus torturadores proporcionándoles la información que necesitan. La efectividad de estos métodos no está en duda, aunque éticamente son indefendibles.

Según Klein lo mismo sucede con las diferentes economías del mundo. Haciendo un análisis de la historia económica reciente, en particular de diferentes instancias de aplicación de reformas de ajuste estructural, Klein concluye que por su carácter anti-popular y las profundas afectaciones que este tipo de reformas tienen en diferentes indicadores económicos --caída del empleo, pérdida de salarios reales, estancamiento económico, polarización del ingreso-- y sistemas de protección social --derechos laborales, fondos de retiro, sistemas de salud, sistema educativo, falta de crédito productivo--, es casi imposible implementar este tipo de reformas bajo circunstancias democráticas normales. Por tanto, surge el shock como facilitador. Es indiscutible que el miedo es una herramienta muy poderosa para crear y consolidar el consenso de una sociedad dividida. Probablemente el mejor ejemplo de este fenómeno puesto en práctica fue la política exterior y la política de seguridad interna impuesta por el gobierno de George W. Bush utilizando como catalizador de apoyo el pánico generado por los atentados del 11 de septiembre de 2001.

El shock puede manifestarse en diversas formas. Eventos inesperados y súbitos generan pánico en la población el cual es magnificado por las cajas de resonancia de los medios de comunicación --ojo, no he dicho que estén en contubernio con una agenda oculta del Estado, sin embargo su irresponsabilidad en el trato de la (des)información suele empeorar situaciones de pánico--. ¿A qué tipo de eventos se refiere Klein? Los hay de todo tipo: el estallido de una guerra, un atentado terrorista, un golpe de Estado, una devaluación súbita y profunda de la moneda, un magnicidio, una catástrofe natural o el brote de una pandemia. Un excelente ejemplo reciente del uso de la doctrina del shock en México es la eterna Guerra contra el Narcotráfico. El pánico que provoca en la población el alto número de ejecuciones que acaecen en el país ha desplazado completamente de la agenda pública cualquier discusión sobre pobreza, desigualdad, violaciones de derechos humanos --¿alguien se enteró de los asesinatos de activistas sociales en la Montaña de Guerrero?--, inconformidad social --les pregunto, ¿qué saben de Oaxaca desde 2006?--, corrupción política --¿qué fue de las revelaciones de la Auditoría Superior de la Federación sobre el uso de recursos públicos bajo el régimen de Fox?--, derechos laborales --¿cómo va la huelga minera?--, etc.

Ahora bien, no hay que ponerse conspiracionistas. Si bien hay instancias muy claras de la aplicación sistemática del shock --por ejemplo, el golpe de Estado de Augusto Pinochet-- suele suceder que éste se presenta como un evento exógeno. Por ejemplo, Gran Bretaña no pudo predecir la invasión de tropas Argentinas a las Islas Malvinas, sin embargo, el régimen de Margaret Thatcher capitalizó este evento para catapultar su popularidad e imponer, en los meses posteriores al hecho, una serie de reformas laborales impopulares y la privatización de diversas paraestatales.

Ahora sí, atendiendo el tema que nos ocupa: el brote de Influenza A H1N1.
A diferencia de algunos conspiracionistas pirados, a mí me parece irracional la tesis que argumenta que hay chanchuyo tras el brote epidémico. No, la mutación del virus es real y su peligro, aunque sobredimensionado, también lo es. Si acaso la culpabilidad del brote recae sobre algún sospechoso es sobre las pésimas condiciones de higiene y cuidado del medio ambiente de las granjas porcinas extranjeras en la región de Perote y la laxa supervisión de las autoridades veracruzanas y federales. Sin embargo, a pesar de la evidente negligencia, no hay dolo... esto es, nunca hubo intención de generar una pandemia.
Bien, se da la mutación y comienza la transmisión del virus Influenza AH1N1 de seres humanos a seres humanos. Pasan semanas y este asunto se convierte en epidemia. De un día a otro el gobierno, rebasado, transmite sus preocupaciones a la ciudadanía y solicita a todos tomar una serie de medidas de sanidad que ya todos conocemos. Mal por el gobierno por la tardanza y desinformación, pero no es posible argumentar que las medidas no son necesarias para evitar que el número de casos infectados rebase las capacidades de atención del Estado. Se establece una situación de pánico en la ciudadanía, la vida "normal" de los defeños se transforma completamente y la falta de información --y claridad en la comunicación-- sobre lo que sucede no ayuda nada. El gobierno sobredimensiona el problema y toma medidas controvertidas --como el cierre de los negocios restauranteros--. Podemos discutir la validez de estas medidas pero, la verdad, nosotros no tenemos aún la información necesaria como para hacer este juicio --y, aparentemente, tampoco la tienen el gobierno local y federal--.

Lo anterior es sólo una relación de los hechos. Ahora, visto desde la perspectiva de Klein, éste es uno de aquellos momentos propicios que los gobiernos suelen aprovechar para implementar medidas impopulares. ¿Qué se está haciendo, hoy en día con el préstamo de cientos de millones de dólares que solicitó el gobierno al Banco Mundial? ¿Irá a parar a las farmacéuticas de siempre? ¿Qué hay del préstamo anterior del FMI de decenas de miles de millones de dólares? ¿En qué se está gastando? ¿Cuál es el alcance de las reformas de seguridad que contemplan legalizar el allanamiento de morada o el espionaje telefónico y electrónico? ¿Qué hay de las implicaciones electorales que seguramente tendrá un hecho como la reciente pandemia?

Klein argumenta que el carácter del shock siempre es transitorio. El mejor antídoto para evitar que durante un periodo de shock se generen retrocesos legales significativos es: a) tener la cabeza fría; b) estar constántemente informándose sobre lo que sucede --más allá del evento del shock--; c) serenar a la gente en torno de uno y transmitirle la información que uno tiene; d) movilizar a la gente en contra de las medidas antipopulares tomadas durante el shock.

Coincido plenamente con el meil que me enviaste hace una hora --excepto la parte de la legalización de la portación de droga; ahí sí estoy plenamente de acuerdo ;-), aunque habría que analizar en detalle toda la reforma --.

Es nuestro deber contribuir a detener la histeria colectiva y regresarle a la gente su escepticismo tradicional para que no vuelvan a cometerse, como tantas veces en estos últimos 30 años, abusos de los gobernantes y los grupos de interés que los respaldan contra el bienestar general de la población.

1 comentario:

In vItro dijo...

DEMASIADO INTERESANTE ESTO DE LA DOCTRINA DEL SHOCK... GRACAIS POR COMPARTIR ESTA INFORMACIÓN Y ABRIRNOS UN POQUITO LOS OJOS DE LA SITUACIÓN, SALUDOS