viernes, 6 de febrero de 2009

El partido verde

A continuación unas imágenes que le hacen burla al Partido Verde Ecologista de México (PVEM), tarea por demás difícil dado que esta organización en sí ya es una caricatura de sí misma.

A diferencia de los partidos verdes de otras latitudes que suelen identificarse con las alas reformista (centro-izquierda) o antisistémica (izquierda)haciendo énfasis en incluir temas medio ambientales en la agenda pública, el PVEM es una excepción. Suele votar siempre con la derecha aunque en realidad carece completamente de ideología. Desde el 2000 suele asociarse con aquella agrupación (PAN o PRI) que le asegure conservar el registro y sus bancadas en las cámaras. Se aprovecha de una legislación partidista deficiente puesto que, es bien sabido, no cuenta con las simpatías de ningún sector del electorado. Cual parásito, su principal motivo existencial es seguir succionando recursos del erario.

Ahora se han convertido en los principales voceros de la instauración de la pena de muerte como sanción para determinados delitos penales en el país. ¿En qué lugar del mundo se ha visto que un partido verde abogue por la pena de muerte? Creo que no es necesario mencionar las implicaciones bárbaras, retrógradas y verdaderamente medievales de un sistema penal que permita la pena de muerte. El objeto expreso de los sistemas penitenciarios es la rehabilitación. Sabemos que este objetivo no se cumple en absoluto lo cuál es una clara invitación a hacer una reforma de nuestros sistemas penitenciarios, de procuración e impartición de justicia y a la misma ley penal vigente. Vaciar las cárceles a través de ejecuciones no es la solución. Mientras las desigualdades socio-económicas persistan y se siga criminalizando la pobreza es evidente que el sistema penitenciario siempre estará saturado y que nunca podrá hacerse una propuesta seria de rehabilitación.
¿Es realmente la pena de muerte un factor de disuación en la comisión de delitos? No lo creo. El verdadero factor de disuación es la aplicación de una sanción. Independientemente de qué tan severa sea la pena --ya es bastante severa, va de 20 a 40 años de prisión-- si las probabilidades de ser sancionado son mínimas dificilmente se reducirá, con la pena de muerte, la incidencia de delitos.

En todos los sentidos, abanderar la pena de muerte es un ejercicio claro de demagogia: propone una solución simplista, fácil y, sobre todo, criminal para un problema muy complejo. De no reformarse profundamente los sistemas de procuración e impartición de justicia para reducir las probabilidades de salir impune hasta por lo menos un 50% puedo garantizarles que a los secuestradores y otros criminales la pena de muerte les hará lo que el viento a Juárez. ¿Han oído el chiste del elefante que es capturado por la PGR y confiesa llorando: "...arréstenme, ¡¡yo soy el conejo!! ¡¡yo soy el conejo!!"? Cabría preguntarse cuantos elefantes serían ejecutados.







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